lunes, 30 de mayo de 2011

Yira violada

Para soportar la realidad Yira ha tenido que pensar que la vida es una especie de música y que sólo hace falta una nota en falso para hacer sonar el acorde de la desgracia.
Piensa que su error fue no haber esperado la bendición de su padre. Él se quedó sentado, en silencio, mirando hacia un punto muy lejano detrás de las montañas. Ella, con el peso de la maleta en la mano, no tuvo paciencia para esperar el perdón o la disculpa. Entonces le dijo adiós a la casa blanca que dejaba ver sus huesos de caña brava.

El domingo de ramos llegó a López, la vieron en misa en compañía de su tío y todos los hombres hablaron de ella. La vieja figura de Cristo, con sus ojos y su boca perdidos en la torpeza del artesano, no pudo retener para sí las miradas que buscaban belleza.
José la conocía desde antes, cuando él era un niño. Ya sabía que a Yira le gustaba bañarse desnuda en el río, a la misma hora en la que salen del colegio los chicos que espían ocultos.

Desde entonces, los domingos, todos los jóvenes sin confesarse comulgan. Rodeados de imágenes sagradas y escuchando la lectura sobre el amor y la pureza, no pueden evitar pensar que tal vez sea muy malo tener el cuerpo del Cristo sobre las manos pecadoras. Piensan que tal vez es peor lo que ella hace, sentada, mirando hacia el altar, haciéndole creer a Dios que es inocente y que no sabe nada de la violencia del semen que trata de alcanzarla y que queda enredado entre los matorrales.

En el pueblo corrió el rumor de que había sido violada en el río porque Yira no volvió a bañarse allí.

Yira tampoco vuelve a la iglesia y el cuerpo de los chicos es empujado hacia otras imágenes, algunas familiares de una tía cuyo pijama se ha trasparentado por el uso o una hermana que mientras barre revela los senos de pálidos pezones, y otras imposibles nacidas de una sonrisa que les ha regalado una vecina, o de una revista que no supieron esconder sus padres.
Ahora que las manos aprendieron a simular al otro sexo en sumisión perfecta será difícil que una sola mujer abarque todo. Y las caras y los cuerpos se combinan en la memoria y ya ninguno volverá a reconocer la identidad de su deseo.

Y tanto semen no irá a ningún lugar lejos del pueblo, las alcantarillas no podrán contenerlo y de la tierra brotará otra vez, como una fuente, y será un río, y el río inundará todo y los ahogará a todos, y Yira reirá al ver aquello.

Y Yira piensa en esto mientras mira como se masturban los muchachos. Ella los visita cuando están solos y les pregunta a dónde iban cuando salían del colegio, ellos se sienten culpables ya porque no le dijeron que la espiaban, ya porque no le advirtieron que no se bañara en el río. Ella les pide hagan lo que hacían y se desnuda y los chicos tratan de tocarla pero con ella con una sola orden los aleja. Ellos explotan en dirección a ella y se sienten humillados. Ella los consuela. Es amor y sólo el de amor de los hombres es sucio, dice antes de irse.
Ella sabe quiénes la miraban bañarse en el río, los conoce a todos pues los miraba a los ojos después que volvían a sus asientos, con la ostia aun pegada al paladar. Uno a uno los está visitando. Ninguno habla con los otros chicos de esta humillación y Yira están a salvo

José abre la puerta, es Yira. Ambos llegaron allí del mismo pueblo donde los niños y las niñas se bañaban en el río o en el mar y se tocaban desnudos. Yira y José estuvieron hablando de sus recuerdos de infancia, de cuando vivían cerca a la playa y no tenían miedo a desnudarse. Y a José se le empezó a notar el miembro por debajo de la ropa.
Ella lo frota por encima del pantalón y le pide que se toque. Mientras tanto ella se desnuda junto a un río que fluye dentro de un televisor. José trata de traerla hacia sí para besarla y Yira le da la orden de quedarse quieto y continuar. José adivina el cuchillo oculto entre cabello de Yira.

Imagina a Yira cortando su cuello y esta imagen lo hace detenerse y mirar a los ojos de la mujer desnuda.
-Ya sé cuál es tu secreto Yira, yo sé qué buscas, pero estas perdiendo el tiempo aquí porque yo no soy.

Yira se queda mirándolo un momento, después, poniendo un dedo sobre sus labios le ordena para siempre silencio. Coge entre sus manos la cabeza de José y con fuerza lo hace arrodillar aplastando el rostro contra su pubis. Con su dedo meñique se toca y le dice a José que en ese punto debe colocar la punta de la lengua. Así Yira comienza a gemir y José siente que la brusquedad de la chica lo lastima, pero no quiere decepcionarla. Una de sus manos estruja la cabeza de José contra su cuerpo, mientras la otra se desliza hasta el miembro, antes flácido y ahora excitado, y la violencia contra el rostro es anulada por la violencia, la de la mano que frota el sexo. Y ella se vuelve aun más violenta antes de lanzar un grito y se quedarse quieta. José se ha vaciado sobre uno de los pies de Yira, su semen se filtra entre los dedos de la muchacha. Él se queda mirando el charco de semen que le recuerda el color y el olor de las ostias, tal vez allí es a dónde va a parar el cuerpo de Cristo de varios domingos.
José aun esta arrodillado cuando ella cierra la puerta.

sábado, 28 de mayo de 2011

Sobre la naturaleza de los paraísos

1- Un paraíso no se puede provocar.
2- Un paraíso no se puede compartir.

jueves, 11 de febrero de 2010

La ciudad de las bombillas rotas

Me encontré esa noche caminando por calles que se hacían más largas con cada uno de mis pasos, calles que parecían escenarios de crímenes atroces.
Merecía el cuchillo en la espalda, justo precio a pagar por la imprudencia premeditada, por la infracción al consejo maternal de no atravesar los lugares que se hacen inhumanos sin el sol.
Descubrí que me estaba haciendo viejo, antaño caminaba por calles tan solitarias como éstas y no pensaba en el peligro que acechaba acurrucado entre los muros, comiendo alimentos sacados de la basura o intercambiados por lástima o por asco en algún restaurante.

Pensé en los ojos insidiosos, en la sangre, en las posibilidades remotas de vencer a un ejercito de cuchilleros. Odié a esas personas y las odié porque interrumpí sus meriendas de sobras o de drogas, sus siestas peligrosas a orillas de un río, sus ritos inexplicables frente a sus hogueras.
Mi temor era tan inmenso, que sentí deseos de hacerle daño y con violencia conquistar su ciudad de miedo.

Recordé una conversación. Un taxista me exponía la simplicidad de su mundo que requería, como única solución a todos los problemas sociales, borrar a estas personas o educarlas con la antigua disciplina del látigo y el estómago vacío.
Me odié entonces a mí mismo por perderme en esta noche, por sentir como propio el pensamiento de un taxista enajenado.

El sudor frío me anunció que había pasado el peligro. Me encontraba en un lugar lleno de luces al que mucha gente acudía buscando la belleza al lado de un río inmundo iluminado. Me descubrí en el interior de la ciudad no temida, la ciudad que todos querían conocer y de la que todos tomaban fotografías.
Yo no entendía, en realidad, por qué me parecía este mundo tan distinto al otro.
Ésta era una ciudad de la que también debería cuidarme, pues embriagada en ritos folclóricos, hacia material las demagogias.

Toda la ciudad es la misma porquería, un río sucio en el que la gente se baña, del que beben, por cual sacrifican a sus hijos. Todo se hace para sentirse partícipe de una alucinación colectiva. Cómo podría ser bello semejante paisaje, cómo llegar con una hipocresía renovada cada año y ver una ciudad transformada, llena de actores precisos y de acertadas ideas administrativas.

Y es preciso que lo oscuro sea desterrado, reeducado, reciclado, reducido o aniquilado. Sólo deben existir los que se vean bellos, los que acepten arrastrar hoy a la familia por los desquiciados corredores, corredores que mañana habitarán bombillas rotas, bombillas que no dan luz y que no quieren dejar de existir.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Señor Presidente:

Quiero ser su informante universitario número 1.

Denuncio que no me gusta su personalidad y estoy en desacuerdo con sus políticas. No se si usted es para o narco, o amigo de paras y narcos; pero se bien que su gobierno alimentó y protegió a la peor calaña de asesinos y corruptos que ha visto este país, que argumentando la búsqueda del bienestar social no ha hecho si no favorecer a los privilegiados, que jugó con la democracia haciéndose legítimo a través de acciones ilegítimas. Que le regaló el país a sus ministros y que éstos se lo vendieron barato a sus amigos.

Denuncio que considero que usted no debería gobernar ninguna nación, que usted representa todo lo que odio de mi patria y de la palabra de patria. No me gusta la guerrilla y tampoco usted me gusta. No me gusta ni Chávez, ni Fidel, ni las FARC, y tampoco me gusta la forma en la que usted cuestiona a las personas que tratan de hacer lo correcto y proteger los derechos humanos.

Denuncio que me parece justo que algunos jóvenes quieran pintar una pared y repartir panfletos que expongan la indignación sienten por lo que ocurre.
Que comprendo que alguien salga encapuchado a pronunciar discursos en la universidad porque siente miedo de lo que pueda suceder si da la cara.
Denuncio también que, en estos momentos, me parece justo que alguien tire una piedra contra sus antimotines.

Denuncio que yo hablo con mis amigos en voz alta de lo mucho que usted, sus partidarios y su familia me repugnan. No quiero tener que desconfiar de mis amigos.

Denuncio porque no quiero que nadie gane dinero por hacerlo, porque no quiero que los universitarios descubran que la falta de escrúpulos es lo único que puede asegurarnos la subsistencia en el país que usted gobierna.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Nos tocábamos el alma

Cuando finalmente aceptaste el fracaso dijiste que jamás volverías a sentir aquellas cosas.
Nos tocamos el alma, me gritaste, y yo avergonzado me entregué a una espacie de luto por el descubrimiento de que el mundo que eras tú para siempre moría, un luto que emanaba de la razón, oculta hasta hace poco, por la cual te habías quedado conmigo a pesar de mis múltiples faltas y mi reciente falta de pasión.

Sólo en ese instante comprendí que en mí tú habías visto un signo y lo seguías ciegamente, aunque te llevara a un territorio inconstante, oscuro, hostil y sucio.
Te llevaba hacia mi verdadero ser.

Perseguías entonces la felicidad, la buscaste en mí, pero yo no buscaba nada en aquel tiempo, estaba decidido a perderlo todo.
Sólo tú querías conservarme intacto, yo era el único vestigio de que la felicidad y el amor que existían también para ti.

Sentí tristeza cuando te vi de nuevo, andabas ya libre de mi sombra y de mi falta de realismo. Ya no eras aquella mujer en la que confiaba. Andabas buscando otras cosas para pensar y querer, otros territorios distintos al amor y al cuerpo. Entendí que nos habíamos tocado el alma de verdad, que tú sentiste la tuya al tocarme, y que yo al sentir la mía sentí un gran vació, y creí que eras tú lo que ya no me llenaba.

Huí de ti porque no me había saciado ni al beber tantas veces de aquellos momentos felices a tu lado. Buscaba una vida y enceguecido no logre verte, aún hoy la busco fuera de ti sin los momentos de duda y credulidad que me hacen falta.

Ayer escuchaba una canción tonta que te vi bailar borracha sobre la cama de un hotel mientras a tu lado una pantalla de televisión mostraba a sus desaliñados cantantes.
La recuerdo porque nunca recordaste haber danzado aquella canción, ni supiste que canción era.
Yo recuerdo su letra tonta: “Si hay un cielo para mí y hay un cielo para vos, nos tenemos que encontrar seguro que mañana es hoy otra vez”
Hoy quiero darle un significado. El paraíso no se comparte, cada uno de nosotros vivió en un paraíso distinto, y tu cielo fue ese instante en el que viste un signo que anulaba toda verdad contundente que hablara de mí.

Ayer quise que una nueva mujer escuchara la canción y comprendí que todo se encuentra sólo una vez, y que toda similitud es injusta y grosera.
Insultamos a la memoria al querer descubrir los mecanismos de sus profundas felicidades.
Nos tocamos el alma, talvez entonces todavía tenía una, la que huyó espantada al sentirse en ti.

domingo, 7 de junio de 2009

Conversación con la Bruja mala del este

-Antes tu distancia sólo era una metáfora de la ruptura, ahora será una metáfora de la muerte.
Pienso en lo tontas que suenan mis palabras cuando trato de fastidiar a alguien.
-Nos seguiremos escribiendo si tú quieres.
-Ese es el problema.
-Tus melodramas son espontáneos e intermitentes, uno nunca sabe cuando van a salir y si en realidad son en serio.
-El teatro me interesa en estos días.
- Podríamos hacer una obra de teatro en el que dos amigos se toman un cafecito tranquilos.
La bruja mala bebe un sorbo de un café malo y caro que no sabe preparar, y que fue cultivado por los Kogi. Con disimulo, para que yo no me de cuenta, aplasta una cucarachita que sale de debajo de la alacena.
- Mejor que nos tomemos un mate, así podría sacar provecho de tu viaje. No pises cucarachas con esos zapatos, son muy caros.
- Sacarás provecho, seguramente tendré muchas historias para contarte y a ti te gustan las historias.
- Seguramente serás una leyenda por allá, incluso escribirán tangos para ti, tangos de desengaño. No creo que dures mucho con ese tipo que te va a pagar el viaje, llegas allá y lo dejas por un tipo que se apellide Panceroti, y después dejas a Panceroti por uno que se llame Confeti, y así sucesivamente.
- Exagerado.
Ella, Inconscientemente, hace un gesto de maldad afirmando que usará al pobre tipo. Confirma mi teoría, es una bruja.
- Por fortuna el hombre no tiene cara de escribir tangos, seguramente sólo ha logrado aprender a escribir su propio nombre. Por eso lo elegiste, para que no sufra y si llega a sufrir que no le sea posible expresar su sufrimiento en un lenguaje comprensible que te haga sentir culpa.
-Déjalo en paz
Ella se pone seria y eso me divierte
- Tiene la cresta de Beckham, sospechaba de tu mal gusto cuando te metiste conmigo.
- Si no te conociera diría que le tienes envidia
Ella pone una carita burlona, dan ganas de pegarle.
- Si, debe ser hermoso no tener dilemas existenciales, escoger la marca de zapatos que quiero usar y poder disfrutar de los teletubbies en mis ratos libres.
- Bobo, aprovechate de mí que me río de tus bobadas, otra te tomaría en serio y pensaría que realmente estas amargado
Ella se ríe, realmente le ha parecido muy gracioso todo lo que le he dicho. Yo no puedo contenerme más y me río también
- Jejeje, vos sos muy charro.
Su risa es un golpe al corazón, me encanta su risa. Pienso también que no hay nada peor que una venganza malograda.

martes, 2 de junio de 2009

Prólogo

He llegado hasta ti para entregarte los días y las noches que siguieron a tu ausencia, la soledad siempre merecida, nunca asumida con valentía o a travéz una decisión que la hiciera digna.
Te entrego también, si te hace falta, el desastre, la verguenza y los estallidos de odio.
Sé que nada te traerá de vuelta, y sé que si te cruzaras en mi camino, ninguna fatalidad te detendrá a mi lado.
Te entrego estas hojas porque mi vida pasada es tuya, ya no me pertenece y es inútil aferrarse a un espejo en el cual ya no me reconozco.
De pedirte te pediría un gesto de incomprensión, de extrañeza absoluta, de suposición de locura. No el beso en la mejilla, ni la lastima, ni la lágrima benefactora, ni la simpatía. No he hecho nada que me redima, nada cuyo fracaso final sea digno de un aplauso.
Sólo quiero despejarme, liberarme de mí y de tu ausencia. Que sea este cuaderno el lugar en el que me vacíe, en el que quede todo sentimiento. Y que sea el cuaderno quién te añore, quién desee tus dedos sobre las hojas y tu lectura.
Espero para él tu abrazo inicial, tu lectura indiferente y sin profundidad. No deseo para él ningún gesto que no haya tenido yo de ti.
De existir algo más que pueda traerme este abandono, una confesión inesperada, o el perdón imposible, de existir serían invenciones que sólo a ti corresponden.
Vacío seré, al final, un hombre. Me entregaré a los gustos y a las ensoñaciones adultas sin sentir simpatía por el pasado.
Toda decisión sentimental será desde ahora una negación de mi antiguo ser. Aquel ser que al tratar de caminar sobre la sucia superficie de un sentimiento adverso, se ha hundido para ti y para siempre.